Llevaba
esperando ese momento mucho tiempo, y no tuvo fácil acercarse hasta allí. Con
las medidas de protección y la prensa que la rodeaba era complicado acercarse.
Antes
de llegar a ella tuvo que pasar por varios controles y arcos de seguridad, le
cachearon y le tomaron la documentación. Se sentía como un delincuente.
Pasados
unos minutos, tras su presentación en la rueda de prensa, unos vinos y unos
canapés mediocres, ella se quedó sola. Daba la sensación que no le importaba a
nadie y que su presencia en aquel lugar, no era más que una manera de dar
publicidad al edificio.
Él
no entendía por qué esa belleza podía quedar así, abandonada y desprotegida.
Miró
a su alrededor y no vio a nadie, estaba a solas con ella. Con un cierto nerviosismo
se fue acercando, su mirada iba de lado a lado de la habitación, buscando
alguna cámara, o a alguien rezagado. Con la seguridad de que nadie le
observaba, acercó sus manos a su contorno, mientras ella permanecía inmóvil. La
observó de cerca, acarició y reconoció sus formas, sintió su espacio y la
atmósfera que la rodeaba.
De
repente un ruido ensordecedor, rompió la magia, y salidos de no se sabe dónde,
cuatro guardias de seguridad se abalanzaron sobre él, le tiraron al suelo y le
pusieron una esposas, le condujeron a una pequeña sala en la que tan sólo había
una mesa y dos sillas, y algún que otro embalaje usado.
No
entendía nada, ni la actitud los guardias, ni las preguntas de sus
interlocutores. Estaba viviendo un mal sueño.
Tras
dos horas de interrogatorio absurdo le dejaron marchar, pero no sin antes
recogerle sus datos para no volverle a dejar entrar allí.
Salió
de aquel lugar contrariado, con una sensación extraña, y a medida que se
alejaba le vinieron a la mente muchas preguntas.
¿Por
qué tanto interés en traer a aquella belleza? No era una estrella de cine, ni
salía habitualmente en los medios. Sólo la conocían los de un círculo muy
concreto. ¿Por qué la dejaron sola? ¿Por qué no le dejaron acariciarla, si la
escultura está para ser tocada?
Marchó
triste, porque se aprovecharon de ella, porque el concepto que él tenía del
arte era otro, porque no respetaron la soledad de la obra, porque la
convirtieron en mercancía y los ojos que la veían en aquel lugar, simplemente
eran ojos curiosos.
Marchó
triste.
Él con sus manos la había creado, la había dado forma y vida, aunque no fuera para permanecer entre esas cuatro paredes.
Parte de aquel escultor, que nunca desveló su nombre, estaría para siempre junto a ella, pues él siempre creyó en el arte, no en la mercancía.
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