Recorría
el pasillo de la casa de mis amigos y veía cuadros colgados con pinturas de lo
más variado. Me llamaba la atención especialmente aquellas escenas de caza en
la que unos perros perseguían a un ciervo. Escenas que por otro lado se repetían
en diferentes casas, variando en cuanto a la composición del cuadro. Unas veces
eran dos ciervos los perseguidos, otras, los perseguidores eran unos jinetes
ingleses acompañados por una jauría de perros. En definitiva, cuadros que parecían
pintados por la misma persona.
Yo
no entendía por qué en mi casa no había este tipo de cuadros. Quizá mis padres
no tuvieron la oportunidad de adquirir alguno, quizá no les gustase, o quien
sabe, a lo mejor, el “prolífico artista” agotó su “ingenio”…
Con
los años descubrí mis dudas.
Me
acuerdo de aquellos espejos circulares que se ponían en las entradas, espejos que
en ocasiones tenían múltiples brazos simulando el astro rey, tapices con
escenas similares a las citadas anteriormente o con ambientes campestres…
Los
más avanzados, tenían reproducciones de cuadros de los clásicos, relieves en
estaño y alguna que otra figura de porcelana de dimensiones considerables.Tuve amigos y compañeros de colegio de diferentes estados sociales, y curiosamente en sus casas había algo de todo esto. El mismo cuadro adquiría un valor u otro dependiendo de la estancia donde se encontraba. No era lo mismo tenerlo en el pasillo, en la entrada o en el salón, dónde su protagonismo era total.
Como digo, el poder adquisitivo de las familias no variaba los gustos de entonces. Había lo que había, y la decoración de las casas, en cierta medida se basaba en las pocas revistas de decoración existentes y en lo que se veía en las películas.
Pasados
los años la cosa no ha cambiado tanto. Las escenas de caza se han sustituido
por fotografías de paisajes urbanos en blanco y negro, a poder ser de Nueva
York, los espejos, ahora son cuadros abstractos realizados en serie, adquiridos
en tiendas de decoración, y las figuras de porcelana han dejado paso a esculturillas
étnicas…
Me
diréis que no todo el mundo ha vestido su casa de igual forma, y es cierto. Lo
que no podréis negar es que todos tenemos muchos conocidos que decoran su hogar
de igual manera. Si, afortunadamente, hay personas que cuando adquieren un cuadro lo hacen porque realmente les gusta, no pensando en que sus colores le hacen juego con las cortinas. Cada vez hay más apasionados del arte, que invierten parte de sus ahorros en obras originales, sin importarles si es del agrado de su vecino o si son de un autor reconocido.
El arte es para disfrutarlo, y no para decorar un espacio. Cuando adquieres una obra, comienza a formar parte de tu vida, creándose un vínculo entre el artista y el nuevo dueño, (al igual que tus hijos, que son parte de ti, no decoran tu vida). Muchas veces no conoceremos al artista personalmente, pero sabemos que lo que ahora tenemos es parte de él. Cosa que no sucede con los objetos decorativos hechos en serie.
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