Escultura, Arte y Música

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sábado, 16 de junio de 2012

Leonardo y la escultura

En su interesante Tratado de la Pintura, Leonardo Da Vinci habla sobre escultura, y sintiéndolo mucho, no puedo estar en absoluto de acuerdo con lo que dice. Son pensamientos realizados hace siglos, por lo que tampoco, considero, hay que darles mayor importancia, a pesar de que salieran de un Maestro.
Os dejo con un extracto de su Tratado en el que dice:

 “Puesto que no atiendo menos a la escultura que a la pintura, y alcanzo en una y otra el mismo grado, creo poder eludir toda grave acusación pronunciándome sobre la facultad de inventiva, la dificultad de ejecución y la perfección que revela cada una de ellas. En primer lugar la escultura está sometida a determinada luz que le viene de lo alto, mientras que la pintura trae consigo luz y sombra de todos lados; esta cuestión de luz y sombra es, pues, importante en la escultura. El escultor obtiene una y otra con la ayuda natural del relieve, que por sí solo las genera; el pintor, con la oportuna aplicación de su arte, las crea allí donde lo haría razonablemente la naturaleza. El escultor no puede diversificar los caracteres variados de los colores; el pintor dispone de todos los colores que desee. Las perspectivas de los escultores carecen de toda verdad; la del pintor alcanza a cien millas de distancia. La perspectiva aérea es ajena a la escultura, la cual no sabe figurar ni los cuerpos transparentes, ni los luminosos, ni las formas reflejadas, ni los cuerpos lúcidos -como los espejos y otros objetos brillantes similares, ni las nubes, ni la niebla, ni la oscuridad, ni otras muchísimas cosas que no mencionamos para no aburrir”.

“La escultura, con poco trabajo, muestra lo que en la pintura parece cosa de milagro: dar una apariencia palpable a objetos impalpables, relieve a lo que es plano, lejanía a lo que está cerca. En efecto, la pintura está ordenada de infinitas especulaciones que la escultura desconoce”.

“La escultura no es ciencia, sino arte muy mecánica. Produce con sudor y fatiga corporal para el operario. Bastan al escultor las simples medidas de los miembros y el conocimiento de los movimientos y actitudes, y ahí termina su dominio; mostrando al ojo cada objeto como es, sin provocar la admiración del espectador; mientras que la pintura la conquista, exhibiendo, a fuerza de ciencia, en una superficie plana, las vastísimas campiñas con sus lejanos horizontes”.

“Entre la pintura y la escultura no encuentro más que esta diferencia: que el escultor ejecuta sus obras con mayor fatiga de cuerpo que el pintor, y el pintor ejecuta las suyas con mayor fatiga de mente”.

“Así se demuestra que el escultor, a fuerza de brazo, va haciendo saltar a golpes en el bloque de mármol u otra piedra dura, materia de la obra que realiza, todo lo que excede a la figura encerrada en él. Su ejercicio, mecánico en alto grado, va frecuentemente acompañado de copioso sudor, que se mezcla con el polvo y se convierte en fango. Con el rostro enharinado como el de un panadero y todo él cuerpo cubierto de menudas escamas de mármol, diríase que le ha nevado encima. Su habitación, llena de fragmentos de piedra, es sucia y polvorienta. Todo lo contrario ocurre con el pintor -sólo hablamos, claro está, de pintores y escultores excelentes-. Bien vestido, cómodamente sentado frente a su obra, mueve sobre la tela su livianísimo pincel embebido en finos colores. Sus ropas son elegantes y a su gusto. Su habitación es limpia, y pinturas exquisitas le sirven de ornato. Se hace acompañar a veces de músicos y lectores, que hacen oír bellas y variadas producciones, las cuales -lejos de todo ruino de martillos o de cualquier otro bullicio- son escuchadas con deleite”.

“No hay comparación posible entre el ingenio, artificio y discurso de la pintura y los de la escultura. Para esta última, la perspectiva es resultado material y no artificial; no implicando, por consiguiente, ninguna dificultad”.

“Si el escultor hace notar su incapacidad de restablecer lo que haya quitado con exceso en alguna parte de su obra, cosa que el pintor puede hacer fácilmente, responderemos que si tal hizo fue por falta de entendimiento y maestría. Si sabe medir exactamente, no quitará lo que no debe; el error, pues, no ha de imputarse a la materia, sino al operario”.

“Pero ocupémonos tan sólo de los maestros, y no de los malgastadores de mármol”.

“Esos maestros no confían en el juicio de sus ojos, que siempre engaña, como lo comprobará quien se proponga dividir una línea en dos partes iguales sin más criterio que la vista: con mucha frecuencia el experimento le demostrará la equivocación de sus ojos. Y es porque siempre sospechan, que los buenos jueces temen siempre -al revés de lo que hacen los ignorantes-, y buscan su gobierno en el conocimiento de cada longitud, espesor y ancho; de ese modo no se exponen a aquel error sin remedio de quitar material con exceso”.

“Pero la pintura tiene maravillosos artificios y sutilísimas especulaciones, que faltan a la escultura, la cual es de muy menguado discurso”.

“Al escultor que afirma que su obra es más permanente que la de la pintura, basta responder que tal permanencia es virtud de la materia esculpida y no del escultor, el cual no debe atribuirse la gloria de dicha virtud, sino dejarla a la naturaleza, creadora de la materia”.

“La pintura es de más discurso mental y de mayor artificio y maravilla que la escultura, por cuanto la necesidad obliga la mente del pintor a transmutarse en la mente misma de la naturaleza, y a ser intérprete entre la naturaleza y el arte, comentando con aquélla las causas de sus figuraciones obedientes a sus leyes; y cómo las imágenes de los objetos que nos circundan concurren con los verdaderos simulacros a la pupila de nuestro ojo; y entre los objetos de igual tamaño, cuál parecerá mayor a la vista; y entre colores iguales, cuál se mostrará más o menos oscuro, más o menos claro; y entre las cosas colocadas a un mismo nivel bajo, cuál parecerá estar más o menos alta; y si a un mismo nivel alto, cuál más o menos alta; y en fin, de entre objetos iguales, colocados a diversas distancias, por qué unos se mostrarán menos aparentes que los otros”.

“Este arte contiene y encierra en sí todas las cosas visibles, lo cual no está al alcance de la pobre escultura. Ella puede representar los colores y las medias tintas y figurar los objetos transparentes, que el escultor reproducirá de la naturaleza sin ningún artificio; el pintor te mostrará la diversidad de las distancias, mediante la variación que sufren los colores por la interposición del aire entre los objetos y el ojo; y las nieblas a través de los cuales penetran con dificultad las imágenes de los objetos; y las lluvias, con las nubes y los montes y los valles tras de sí; y la polvareda que levantan los pies de los combatientes y que los cubren a ellos mismos; y las humaredas más o menos densas; y los peces que juguetean bajo la superficie del agua, y el fondo de ésta; y, sobre las limpias arenas del cauce de los ríos, guijarros pulidos de diversos colores, mezclados con hierbas ondulantes; y las estrellas de diferentes alturas sobre nosotros; y así, otros objetos innumerables, a los que no alcanza la escultura”.

“La escultura no tiene la belleza de los colores ni su perspectiva; no puede, como la pintura, poner en perspectiva y desdibujar los contornos de las cosas remotas, porque para la escultura los contornos de los objetos lejanos son tan determinados como los de los objetos próximos. No sabrá ocultar más los objetos remotos, mediante el aire interpuesto entre ellos y nuestro ojo, para que aparezcan velados, como las figuras que muestran la desnuda carne bajo los velos que las cubren. No podrán, en fin, representar menudos guijarros bajo la superficie de aguas transparentes”.  

Incluso los grandes, creo que a veces se equivocan…

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