Escultura, Arte y Música

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miércoles, 30 de mayo de 2012

Viajes I

Viajar es una de las actividades que el ser humano tiene la oportunidad de hacer constantemente.
Las circunstancias de cada uno te dan la posibilidad de hacerlo de una u otra manera, siendo el viaje físico lo más gratificante.
Desplazarse de un lugar a otro lo puedes hacer sentado tranquilamente en el sofá, bien leyendo novelas, libros de historia, o viendo un documental o una película. Actualmente tenemos en nuestras manos el mejor vehículo para viajar, como es internet.
A mi, particularmente me gusta viajar con un libro de arte entre mis manos. No tengo preferencias a la hora de elegir un destino, depende del día, del momento y sobre todo de mi estado de ánimo.
Con estos libros te desplazas a otras épocas y conoces cómo vivían en diferentes sociedades, sus costumbres e inquietudes.
No es necesario levantarte del sillón ni hacer las maletas, el arte te revela todos los secretos de la historia, y en el mismo lugar donde has viajado con anterioridad descubres nuevas sensaciones.
Un mismo paisaje lo observas con diferentes colores, las gentes te invitan a entrar en sus casas y regresas a la tuya cuando cae el sol. Yo me quedo con la luz de Sorolla y con los interiores de Vermeer, con los atardeceres de Turner y las noches de Van Gogh.
Continúo el viaje junto a los burgueses de Calais y los delgados ciudadanos de Giacometti, retrocedo miles de años para conocer a Nefertari, ella me presenta a su pueblo y me siento pequeño. 
Me miro en un espejo pintado por Van Eyck y vuelvo a la realidad.
No sé por qué razón me encuentro en los alrededores de París desayunando con Renoir y unos remeros. Marcho de allí, y cuando Delacroix me explica una revolución, decido ir a ver a un tal Toulouse para que me enseñe la noche más canalla.
Al día siguiente me viene a buscar Velázquez, y me lleva a comer a un sitio donde hay una mujer friendo huevos. Están un poco faltos de sal y lo que tengo a mano es un salero de marfil, oro y esmalte, que puso ahí un señor que se llamaba Benvenuto Cellini.
Con el estomago lleno continuo el viaje, e inesperadamente me encuentro con la catedral de Ruan. Cada vez que la miro veo una iluminación nueva, y es Monet, quien me explica que la pintó en más de cuarenta ocasiones. Me despido de él y al cabo de un rato le doy los buenos días al señor Courbet.
Vuelvo al futuro con Boccioni y comparto con él todas las vanguardias y una nueva forma de pensar.
Me cruzo con un hombre al que le gustaría llegar a dibujar como a esos muchachos que están jugando a los dados retratados por Murillo. Y como estos niños, sueño con volar en esos aparatos creados por aquel cascarrabias llamado Leonardo. Desde el cielo contemplo unas islas rodeadas con unas telas de color rosado, también veo multitud de sombrillas colocadas estratégicamente y edificios envueltos, todo un espectáculo.
Me percato, que a mano izquierda, en unas montañas, hay una pareja sobre las cabezas de unos presidentes, están huyendo de unos hombres. Al final los buenos se salvan, aunque no siempre pase así.
Creo en Dios cuando contemplo la capilla Sixtina y dejo de creer cuando veo el Guernica o los fusilamientos en la montaña de Príncipe Pio.
Junto a una barandilla veo a Munch, atormentado y lanzando un grito de desesperación. Agotado, observo en la lejanía un montón de paja y decido echarme una siesta junto a una campesina. Sueño con unos relojes blandos y unos tigres que se abalanzan sobre mí. Me levanto sobresaltado y huyo del lugar lo más rápido que puedo.
Cierro mis libros esperando nuevos viajes y experiencias que me ayuden a mejorar como ser humano...

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